miércoles, 10 de diciembre de 2008

Relato de una fantasía

-------------------------------------------------------------------------------------


(SOMBRAS)

Apaguemos todas las luces. Construyamos la escena para esta noche, para este momento irrepetible. Encendamos alguna vela por algún rincón que proyecte las sombras de nuestros cuerpos sobre la pared. Dejémoslas estar y contemplemos como conversan (las sombras), como hay gestos furtivos de afecto y atracción. Dejémosla que inicien el baile y que susurren alguna frase que denote intimidad y cercanía.

La música suena, es imprescindible la compañía de una buena canción, para que la escena se desarrolle conforme al guión por escribir. Hay unas copas sobre la mesa, y una botella de buen vino, imprescindible para el momento que se describe. Las figuras que se dibujan en la pared se acercan despacio con tímidos movimientos de iniciación hacia la mesa, no hay prisa, poco a poco un brazo descompone la figura perfecta que forma en ese momento las sombras proyectadas sobre la pared y coge la botella sirviendo las copas. Brindan, beben y siguen bailando al ritmo de la música que suena, mientras saborean el buen vino que acentúa la sensación de abandono de un cuerpo junto al otro mientras bailan.

La canción no tiene fin, se encadena una y otra vez. Se repite para no romper la magia. La misma melodía una y otra vez. A los cuerpos, que la luz de la vela refleja en la pared, se les ven felices. Están de confidencias, una de las sombras, susurra algo a la otra, debe ser muy sugerente porque las copas son abandonadas y hay un fundido de sombras que se cuidan de ser evidentes. Se ve sintonía, sincronización de movimientos; una mano acaricia el torso del que su brazo abraza (las sombras se estremecen), el gesto es correspondido con un beso en la nuca. Las sombras lo delatan todo. Nada es explícito pero todo es elocuente.

Hay dialogo, más bien susurros. Hay interacción….

La música no deja de sonar. A través de la ventana abierta la luna se deja ver con surcos a su alrededor que hablan de lluvias. Mañana o quizás un poco más tarde la lluvia comience a caer. ¡Cuantos testigos de esta intimidad!: El vino, La Luna y La Lluvia.

Se pierden de la pared las figuras y es cuando la luz refleja en otra pared, un trozo de suelo hidráulico que hace las veces de mosaico, a dos cuerpos que se han apoyado sobre la ventana, uno al lado del otro entrelazado por los hombros, y los perfiles del rostro delatan que se están hablando mientras se miran. Una mano (temblorosa por las fluctuaciones de la luz de la vela) acaricia la parte lumbar de la otra sombra y se funden en un beso prolongado que habla de deseos, de ternura, de confidencialidad, de entendimiento, de afectos y sensualidad.

Al parecer no hay prisas por llegar a ningún lugar. Las sombras son reflejadas ahora sobre la cristalera lateral cerrada, dos sombras que quieren perpetuar el momento, sellar un pacto de reciprocidad, aunque sea momentáneo, firmar un acuerdo de continuidad, aunque no sea renovable.

Las luces de la ciudad se van apagando poco a poco, la noche transcurre sin prisas. El ruido de la calle, que llega a través de la ventana entreabierta, también se va apagando. Una ligera brisa se convierte en una invitada más. Ya somos multitud: El Vino, La Luna, La Lluvia, La brisa y nosotros como anfitriones de esta velada improvisada que parece no haber ganas de terminar.

No hay prisa para nada, son momentos de eternidad.

Nota: Todos los personajes del relato, incluidas las sombras, son ficticios, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.

2 comentarios:

XS dijo...

!Eso no te lo crees ni tú! Para poder describir una escena tan sensual como la que nos cuentas hay que haberla vivido antes ¿no es cierto? Y creo que tú has protagonizado más de una...y las que te quedan. Por cierto, no puedo contigo: ¡cinco visitas de una vez!

Anónimo dijo...

Efectivamente, eso que dice Boccanegra: "No te lo crees ni tu", es lo que yo he pensado cuando he leido el último párrafo.

Lo siento Segesta, pero no cuela...